Retórica
Retórica es el arte de la persuasión, el intento de influir sobre otros por medio de palabras. Por tanto, en su acepción política, puede definirse como el arte de la comunicación política eficaz, independientemente de la finalidad con que se haya desarrollado ésta, ya sea con el propósito de persuadir, de deleitar o de conmover. Sin embargo, persiste desde la antigüedad una cierta confusión entre retórica y Oratoria, que se disuelve considerando a aquélla como la observación y sistematización de los artificios y técnicas que han funcionado mejor en la oratoria para lograr una Comunicación persuasiva. De este modo, en sentido contrario, puede afirmarse que la oratoria es la práctica concretada en Discursos políticos, sermones religiosos o conferencias académica, mientras que la retórica es la teoría extraída de la observación de una oratoria eficaz, por lo que ambas están inevitablemente unidas.
Hay muchas acepciones de la retórica. Por ejemplo, está asociada, en clásicos como Tácito, a la libertad de expresión, por lo que en su concepción se confunde con la democracia y es contraria y silenciada por la tiranía. Para Cicerón, la retórica no puede reducirse a simple verbalismo sino que requiere de un dominio y un conocimiento profundo del tema sobre el que se diserta.
Partes de la retórica
La retórica, desde Cicerón y Quintiliano, se organiza en cinco partes, que se corresponden aproximadamente a la secuencia lógica para prepara un discurso político:
- Invención: orientada a pensar lo que queremos decir en función del público.
- Disposición: organizamos y estructuramos el orden en que se ha de decir.
- Elocución: buscamos la forma en que ha de expresarse o decirse.
- Memoria: Memorizamos lo que vamos a decir.
- Acción: Reproducimos lo que hemos memorizado.
Aspectos de la retórica
La retórica, según la clásica distinción aristotélica, se fundamenta en tres aspectos esenciales:
- Ethos: El orador debe inspirar confianza en el oyente y para ello debe ser digno de crédito, debe parecer virtuoso para ser persuasivo. En la comunicación política moderna el ethos aparece asociado a mensajes como el “Ich bin ein Berliner” de John Kennedy o al “siento vuestro dolor” de Bill Clinton.
- Pathos: El pathos implica persuadir generando en la audiencia distintas emociones como temor o miedo, excitación, amor y odio, etc. Uno de los ejemplos paradigmáticos del uso del pathos en la retórica política moderna lo constituye el célebre discurso “Checkers” de Richard Nixon en los años cincuenta, en el que aludía a una mascota recibida como regalo por sus hijas pequeñas.
- Logos: El logos prevalece cuando la persuasión se desarrolla a través de la razón y la argumentación, es decir, a través del discurso o el mensaje mismo.
Argumentación
En la retorica basada en el logos predomina el discurso lógico con sus típicas premisas y conclusiones y elementos como la analogía, las generalizaciones, así como distintos tipos de argumentos sobre causas y argumentos deductivos, desde los típicos modus ponens o modus tollens al dilema o la reducción al absurdo.
Otro instrumento de la argumentación en comunicación política es el uso de las falacias, entendidas como transición falaz desde una premisa a su conclusión. Son características del discurso político falacias lógicas, que pueden ser descubiertas sin necesidad de conocer el tema al que hace referencia el argumento, pero también falacias materiales, conectadas con el tema del argumento mismo: la petititio principi, que da por supuesta la conclusión, la falacia del consecuente o non sequitur, la causa falsa (post hoc ergo propter hoc), que afirma que una cosa es causa de otra sólo porque la precede, la falacia de accidente, la conclusión irrelevante (ignoratio elenchi), etc. (Weston, 2009)[1].
Retórica reformista y reaccionaria
Hirschman (1991)[2] desarrolló para el discurso político una tipología de argumentos reaccionarios o conservadores que suponen tipos o estereotipos básicos de la argumentación o retórica conservadora: la tesis de la perversidad o del efecto perverso (effet pervers), que afirma que cualquier reforma tendrá consecuencias imprevistas o involuntarias, esto es, efectos o daños colaterales; el argumento de la futilidad, que sostiene que la reforma intenta cambiar unas carácterísticas o leyes estructurales de la realidad y, por tanto, no tendrá ningún efecto en absoluto; y, por último, el argumento del riesgo, que sugiere que la nueva política o la reforma prevista pondrá en riesgo logros anteriores.
En contraste con estos tics o estereotipos argumentales conservadores también desarrolló los estereotipos de la argumentación reformista o progresista: el argumento del desastre o del riesgo inminente, que plantea que no llevar a cabo la reforma prevista traerá de inmediato consecuencias desastrosas e irreparables; el argumento de la ley o corriente de la historia, que señala que la reforma a introducir está respaldada por poderosas fuerzas históricas en marcha y que oponerse a ellas es inútil, ya que sociedades y países más avanzados ya han introducido tales cambios; el argumento del apoyo mutuo o sinergia entre reformas, que sostiene que la nueva y la vieja política se reforzarán mutuamente.
Elementos retóricos
En muchos discursos políticos encontramos elementos característicos de la retórica convencional más clásica, como son las metáforas, hipóforas, personificaciones y metonimias, antonomasias, hipérboles, etc.
Las metáforas constituyen un elemento básico en la comunicación, tanto en la oratoria política como en la retórica con carácter más general. Dado que permiten expresar un concepto en los términos de otro, pueden, asimismo, servir como vehículo para simplificar o hacer más accesibles al público y los oyentes ciertas ideas o problemas complejos.
Un caso clásico, aunque Obama utiliza muchas expresiones metafóricas («a partir de hoy, debemos levantarnos, sacudirnos el polvo y empezar de nuevo el trabajo de reconstruir América», «mareas de prosperidad», «afrontemos las corrientes heladas y soportemos las tormentas que puedan venir», etc.) es la metáfora de la elección presidencial como viaje en el caso de Obama.
En segundo lugar, el uso de hipóforas o preguntas consiste en formular ante la audiencia preguntas y dar respuesta a las mismas, de modo que no se trata simplemente de cuestiones de carácter retórico, aunque los oradores políticos también tienden a utilizar las preguntas meramente retóricas. La virtualidad de este recurso es doble: por un lado, al contener y articular en la misma disertación la pregunta y la respuesta se produce un cierto diálogo que resulta más atractivo como medio de trasladar y explicar aspectos problemáticos del propio programa electoral o proyecto político a los seguidores; por otro lado, concentra la atención sobre temas clave del discurso.
Por otro lado, las personificaciones permiten asociar características humanas a determinados objetos inanimados, creando imágenes retóricas de gran fuerza expresiva. Pero es más frecuente en la oratoria electoral el uso de metonimias. Mediante estas transnominaciones o cambios semánticos a lo largo de un discurso, en los que conceptos abstractos pueden ser personificados por patriotas, partidarios o seguidores del candidato, los oradores intentan dotar de una mayor emotividad y fuerza a sus discursos políticos.
Mediante el uso de antonomasias, un rasgo, característica o cualidad de un líder o dirigente político puede usarse para aludirlo indirectamente creando en el auditorio, como es frecuente en el lenguaje periodístico. Buenos ejemplos de ello son expresiones como «un joven predicador de Georgia» para mencionar, sin nombrarlo directamente, a Martin Luther King o «el padre de nuestra nación», para aludir a George Washington, en el caso de la oratoria de Barack Obama.
Finalmente, mediante hipérboles, esto es, apreciaciones que alteran exageradamente la realidad, se consigue, también una mayor expresividad en el discurso político, alentando la movilización de los partidarios o seguidores.
Asimismo, el uso de figuras retóricas de Elocuencia política, como repeticiones y anáforas, epíforas, mesodiplosis, etc. constituye un elemento primordial de la retórica política moderna.
Véase también
Bibliografía
- Dowis, R. (2000): The Lost Art of the Great Speech. How to Write One, How to Deliver it. Nueva York: Amacom.
- Green, R. (Ed.) (2002): Words that Shook the World. 100 Years of Unforgettable Speeches and Events.Nueva York: Prentice Hall.
- Lehrman, R. (2010): The Political Speechwriter’s Companion: A Guide for Writers and Speakers Washington, D.C, CQ Press.
- Leith, S. (2011): ¿Me hablas a mí? La retórica de Aristóteles a Obama. Madrid: Taurus.
- Noonan, P. (1998): On Speaking Well. Nueva York: Harper Collins.
- Safire, W. (Ed.) (2004): Lend Me Your Ears. Nueva York: WW. Norton & Company.
- Schlesinger, R. (2008): White House Ghosts. Presidents and Their Speechwriters from FDR to George W. Bush. Nueva York: Simon & Schuster.
- Wills, G. (1993): Lincoln at Gettysburg. The Words that Remade America. Nueva York. Simon & Schuster.
Referencias
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